Y ahí he estado yo, soltando a
quien yo sabía que podía oírme y tener en cuenta mis deseos (mi madre y mi
media naranja, por supuesto), que me encantaría que me regalaran una máquina de
coser.
Tanto lo dije, que luego me
enteré que hubo una llamada de urgencia: "¡Suegra, ni se te ocurra comprar
la máquina de coser, que lleva dos semanas guardada en el altillo!".
El caso es que Papá Noel no la
trajo y, la mañana de Reyes, al ver el tamaño de los regalos que me habían
dejado pues pensé: “¡el año que viene será!”. Pero, cuál fue mi sorpresa, cuando
después de abrir los regalos escucho: “Chicos, vamos a darle a mamá su regalo
de cumpleaños”, y aparecen con una enorme caja que contenía una fantástica
máquina de coser.
Pues con todas las ganas que
tenía, la desempaqueté, la miré, la remiré, la dejé en la mesa y… puse un
mensaje: ¡¡¡Bea, ayuda!!!, porque, ¡nunca había cosido a máquina! En casa
siempre había habido una, pero jamás se me ocurrió usarla. Así que tenía una
máquina pero no podía usarla porque no sabía ni siquiera ponerle el hilo.
(Continuará…)
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